Muy en el fondo, éramos un cuadro pintado sin ojos a propósito: nos vimos, nos gustamos, nos dimos amor, o la idea que yo tenÃa de eso en aquel entonces, cuando apareciste en mi vida. Éramos un cuadro sin ojos, con cuencas vacÃas y negras, porque ninguno se veÃa como realmente era el otro. ¿Quién era yo? ¿Quién eras vos? Éramos un par de extraños sin ojos. Vinieron los disgustos: analizar el cuadro era imposible sin los ojos. Un dÃa, aburrido de nuestros pleitos, de no vernos como en verdad lucÃamos frente al otro, decidà romper el cuadro... y en la cuenca vacÃa del tipo que me representaba vi una lágrima sola rodar fuera de la pintura. En la cara que te representaba pude ver una expresión de alivio. El cuadro roto sin ojos era mejor que como se veÃa la realidad para ambos...
Ronald Hernández Campos